Vamos a
recuperar algunos post (entrada en un blog) que hemos escrito, en calidad de
colaborador, en otros blogs relacionados con la Semana Santa con la intención
de hacer una recopilación para que no se pierdan en el olvido.
El presente post
se publicó el:
Miércoles, 22 de
febrero de 2012
I.-
INTRODUCCIÓN.
La época de
esplendor de la imaginería andaluza podemos situarla hacia finales del siglo
XVI y el primer tercio del siglo XVII aunque la edad de oro de la imaginería
andaluza se corresponde con el siglo XVII estando situado su epílogo en el
XVIII.
Este movimiento
artístico obedece a las normas y orientaciones del Concilio de Trento que
celebra sesiones de 1545 a 1547, de 1551 a 1552 y, por último, de 1562 a 1563.
La imaginería es
sólo una faceta de la escultura.
Es diferente del tallado de estatuas, de la
decoración, ornamentación y de las efigies que adornan sepulcros y retablos.
La
imaginería es una actividad muy apreciada en Andalucía que hunde sus raíces en
la escultura Griega y Romana.
El imaginero (y
nos referimos a los de los siglos citados más arriba) es un artista que tiene
necesariamente que ser escultor, pero además saber de los gustos y necesidades
tanto devocionales como estéticos de la población, realizando dichas tareas de
la forma más realista y bella que le sea posible, en dificilísimo equilibrio
que le aparte de lo estridente, desgarrado y tremendista, así como de lo
excesivamente dulzón.
Por ello se ha dicho con acierto que todo imaginero tiene
que ser escultor, pero no todo escultor consigue ser imaginero.
II.-
LAS ESCUELAS DE IMAGINERÍA ANDALUZA.
La presencia de
una escuela artística se reconoce cuando existen en una ciudad o comarca, una
serie de caracteres específicos que se transmiten de generación en generación,
incluso a través de los estilos y modas artísticas sucesivas, además de tener
duraciones apreciables como para advertir evoluciones, actitudes renovadoras,
artistas creadores o líderes y producciones secundarias.
Tradicionalmente
en Andalucía se han considerado dos escuelas de imaginería:
La Escuela Sevillana
y la Escuela Granadina.
Ambas escuelas
comenzaron a gestarse en los últimos años del renacimiento, pero solo se
definen en los del manierismo y luego se
desarrollan, con distintas evoluciones y crecimientos, durante el siglo XVII
para diluirse ambas en la centuria dieciochesca.
CARACTERÍSTICAS
de las dos ESCUELAS:
La
Escuela Sevilla: Tiene manifiesta tendencia a lo
monumental y figuras de hermosas proporciones anatómicas y fisionómicas.
La
Escuela Granadina: No descuida la belleza de
las imágenes, pero parece recrearse en lo intimista y lo recogido.
Ambas
Escuelas: practican el naturalismo como
característica esencial, el cual fue evolucionando de manera diferente en las
manos de los principales artistas de cada escuela.
La
Escuela Sevilla: extiende su influjo por
Andalucía Occidental (actuales provincias de Sevilla, Huelva, Córdoba y Cádiz).
La
Escuela Granadina: extiende su influjo por la
zona oriental (actuales provincias de Granada, Málaga, Jaén y Almería).
En ambas
escuelas y demarcaciones físicas, no existen divisiones tajantes, hay incluso
zonas de influencia mutua.
No obstante, hay que reconocer que existen matices y
sensibilidades que hacen algo variado el panorama escultórico de cada escuela;
por ejemplo, Córdoba, Jerez y Cádiz tienen producciones que no necesariamente
se someten a las fórmulas sevillanas y lo mismo ocurre en Málaga, Ronda, Jaén y
Almería con respecto a los caracteres de la Escuela Granadina.
La
Escuela Sevillana
tiene una duración mayor en el tiempo y extiende su influjo a las Islas
Canarias e Indias (América) gracias al monopolio de comercio con América.
La
Escuela Granadina tiene un ámbito de influencia
más reducido siendo su personalidad indiscutible.
III.-
LOS PERIODOS DE AMBAS ESCUELAS.
La génesis de
ambas escuelas hay que buscarlos en los años del Renacimiento gracias a las
realizaciones escultóricas efectuadas en Sevilla, Jaén y Granada en los dos
primeros tercios del siglo XVI.
Será en el último tercio del XVI cuando se
formen ambas escuelas con sus características específicas y maestros
representativos.
Es pues en la
época del manierismo cuando surgen las dos escuelas andaluzas con sus áreas de
expansión.
El manierismo es
un estilo artístico que se desarrolló en Italia y se difundió por Europa en el siglo XVI caracterizado
por la expresividad y la artificiosidad; es decir, por el uso de modelos muy
plásticos, figuras exageradas, a menudo con posturas forzadas, un irreal
tratamiento del espacio, con frecuencia de efectos dramáticos, y una aparente
elección arbitraria del color.
Supone el rechazo del equilibrio y la claridad
del renacimiento en busca de composiciones más dramáticas y complejas, y el
deseo de efectos más emotivos, de mayor movimiento y contraste.
En este
aspecto, anticipó el barroco que se desarrollaría hacia el año 1600.
El manierismo no
fue una reacción contra los cánones del renacimiento, sino que creció fuera de
él, cultivando casi en exceso el estilo con el que la figura humana era tratada
por los últimos maestros italianos como Rafael y Miguel Ángel, cuyas obras
proporcionaron el impulso para su desarrollo.
Así, el Juicio Final (1536-1541,
Capilla Sixtina, Vaticano) de Miguel Ángel coincide con la obra de algunos
pintores manieristas.
El manierismo
constituye un estilo con personalidad propia. Su primera muestra se puede
fechar alrededor de 1520, en Roma, de la mano de uno de los discípulos de
Rafael llamado Giulio Romano.
Alrededor de
1580, el manierismo comenzó a dar un giro más realista. Ejemplos excelentes del
estilo español se encuentran en la obra de El Greco en pintura y en El Escorial
en arquitectura.
La escultura manierista está representada por el artista
italo-flamenco Juan de Bolonia, así como por el virtuoso Benvenuto Cellini
(escultor y orfebre) con sus exuberantes creaciones.
Como ya hemos
comentado más arriba, es en la época del manierismo cuando surgen las dos
escuelas de imaginería andaluza; este primer momento dará paso al denominado
periodo de realismo o primer momento del barroco.
Los orígenes de
la palabra barroco no están claros.
Podría derivar del portugués “barocco” o
del castellano “barrueco”, término que designa a un tipo de perlas de forma
irregular.
La palabra es un epíteto acuñado con posterioridad y con
connotaciones negativas, que no define el estilo al que hace referencia.
De
cualquier modo, a finales del siglo XVIII el término barroco pasó a formar
parte del vocabulario de la crítica de arte como una etiqueta para definir el
estilo artístico del siglo XVII, que muchos críticos rechazaron después como
demasiado estrafalario y exótico para merecer un estudio serio.
Este primer
momento del barroco o periodo realista, está presente en las dos escuelas de
imaginería andaluzas y se extiende a los largo de la primera mitad del siglo
XVII.
En esta época no desaparecen del todo muchas fórmulas compositivas del
manierismo, aunque es visible que fueron cediendo paso a las barrocas.
Este periodo
realista es más ostensible en la Escuela Sevillana y en América.
En la
Granadina el naturalismo está siempre presente, sin llegar al grado de intenso
realismo practicado por los artistas de los talleres sevillanos.
El pleno periodo
barroco es preciso dividirlo en dos fases:
Primera
fase: representa el dinamismo y las
realizaciones hechas con monumentalidad y nobleza; es la época de los grandes
maestros:
Escuela
Sevillana:
Pedro Roldán
(1624-1699)
Francisco
Antonio Gijón (1653- h.1705)
Escuela
Granadina:
Alonso Cano
(1601-1667)
Pedro de Mena
(1628-1688)
La duración de
esta fase barroca de gran seriedad y gravedad, con notables ejecuciones
artísticas, coincide con la segunda mitad del siglo XVII y termina con los
primeros años del siglo XVIII.
Segunda
fase: transcurre dentro del siglo XVIII y
termina poco después de finalizado el segundo tercio de la centuria.
Es una época
larga de menor calidad artística, de constantes preferencias por los efectos
dinámicos de figuras estereotipadas y con notoria pérdida del realismo que
imprimiera carácter a las esculturas andaluzas; es época de imágenes bellas,
más bien bonitas, pero faltas de sencillez y naturalidad y sobre todo carentes
de hondura en sus expresiones.
Hacia los años
1770-1780, se inicia un movimiento ilustrado que conduce al neoclásico, lo que
supone artísticamente el fin del barroco, por lo menos desde una óptica oficial,
pues a niveles populares, el barroco duró bastantes años, y, quizá, cabría
preguntarse si aún persisten en algunos estamentos y estéticas de las
hermandades y cofradías, en un ciclo de larga duración, o más bien; hay una
imitación del estilo barroco realizado por artesanos de la gubia que no
artistas, porque se limitan a copiar o interpretar la imaginería de los siglos
XVII y XVIII.
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