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domingo, 22 de agosto de 2021

IMAGINERÍA ANDALUZA 1 de 4. ASPECTOS GENERALES.

Vamos a recuperar algunos post (entrada en un blog) que hemos escrito, en calidad de colaborador, en otros blogs relacionados con la Semana Santa con la intención de hacer una recopilación para que no se pierdan en el olvido.
El presente post se publicó el:
Miércoles, 22 de febrero de 2012
 

I.- INTRODUCCIÓN.
 
La época de esplendor de la imaginería andaluza podemos situarla hacia finales del siglo XVI y el primer tercio del siglo XVII aunque la edad de oro de la imaginería andaluza se corresponde con el siglo XVII estando situado su epílogo en el XVIII.
 
Este movimiento artístico obedece a las normas y orientaciones del Concilio de Trento que celebra sesiones de 1545 a 1547, de 1551 a 1552 y, por último, de 1562 a 1563.
 
La imaginería es sólo una faceta de la escultura. 
 
Es diferente del tallado de estatuas, de la decoración, ornamentación y de las efigies que adornan sepulcros y retablos. 
 
La imaginería es una actividad muy apreciada en Andalucía que hunde sus raíces en la escultura Griega y Romana.
 
El imaginero (y nos referimos a los de los siglos citados más arriba) es un artista que tiene necesariamente que ser escultor, pero además saber de los gustos y necesidades tanto devocionales como estéticos de la población, realizando dichas tareas de la forma más realista y bella que le sea posible, en dificilísimo equilibrio que le aparte de lo estridente, desgarrado y tremendista, así como de lo excesivamente dulzón. 
 
Por ello se ha dicho con acierto que todo imaginero tiene que ser escultor, pero no todo escultor consigue ser imaginero.
 
II.- LAS ESCUELAS DE IMAGINERÍA ANDALUZA.
 
La presencia de una escuela artística se reconoce cuando existen en una ciudad o comarca, una serie de caracteres específicos que se transmiten de generación en generación, incluso a través de los estilos y modas artísticas sucesivas, además de tener duraciones apreciables como para advertir evoluciones, actitudes renovadoras, artistas creadores o líderes y producciones secundarias.
 
Tradicionalmente en Andalucía se han considerado dos escuelas de imaginería:
 
La Escuela Sevillana y la Escuela Granadina.
 
Ambas escuelas comenzaron a gestarse en los últimos años del renacimiento, pero solo se definen en los del manierismo y  luego se desarrollan, con distintas evoluciones y crecimientos, durante el siglo XVII para diluirse ambas en la centuria dieciochesca.
 
CARACTERÍSTICAS de las dos ESCUELAS:
 
La Escuela Sevilla: Tiene manifiesta tendencia a lo monumental y figuras de hermosas proporciones anatómicas y fisionómicas.
 
La Escuela Granadina: No descuida la belleza de las imágenes, pero parece recrearse en lo intimista y lo recogido.
 
Ambas Escuelas: practican el naturalismo como característica esencial, el cual fue evolucionando de manera diferente en las manos de los principales artistas de cada escuela.
 
La Escuela Sevilla: extiende su influjo por Andalucía Occidental (actuales provincias de Sevilla, Huelva, Córdoba y Cádiz).
 
La Escuela Granadina: extiende su influjo por la zona oriental (actuales provincias de Granada, Málaga, Jaén y Almería).
 
En ambas escuelas y demarcaciones físicas, no existen divisiones tajantes, hay incluso zonas de influencia mutua. 
 
No obstante, hay que reconocer que existen matices y sensibilidades que hacen algo variado el panorama escultórico de cada escuela; por ejemplo, Córdoba, Jerez y Cádiz tienen producciones que no necesariamente se someten a las fórmulas sevillanas y lo mismo ocurre en Málaga, Ronda, Jaén y Almería con respecto a los caracteres de la Escuela Granadina.
 
La Escuela Sevillana tiene una duración mayor en el tiempo y extiende su influjo a las Islas Canarias e Indias (América) gracias al monopolio de comercio con América.
 
La Escuela Granadina tiene un ámbito de influencia más reducido siendo su personalidad indiscutible.
 
III.- LOS PERIODOS DE AMBAS ESCUELAS.
 
La génesis de ambas escuelas hay que buscarlos en los años del Renacimiento gracias a las realizaciones escultóricas efectuadas en Sevilla, Jaén y Granada en los dos primeros tercios del siglo XVI. 
 
Será en el último tercio del XVI cuando se formen ambas escuelas con sus características específicas y maestros representativos.
 
Es pues en la época del manierismo cuando surgen las dos escuelas andaluzas con sus áreas de expansión.
 
El manierismo es un estilo artístico que se desarrolló en Italia y se  difundió por Europa en el siglo XVI caracterizado por la expresividad y la artificiosidad; es decir, por el uso de modelos muy plásticos, figuras exageradas, a menudo con posturas forzadas, un irreal tratamiento del espacio, con frecuencia de efectos dramáticos, y una aparente elección arbitraria del color. 
 
Supone el rechazo del equilibrio y la claridad del renacimiento en busca de composiciones más dramáticas y complejas, y el deseo de efectos más emotivos, de mayor movimiento y contraste. 
 
En este aspecto, anticipó el barroco que se desarrollaría hacia el año 1600.
 
El manierismo no fue una reacción contra los cánones del renacimiento, sino que creció fuera de él, cultivando casi en exceso el estilo con el que la figura humana era tratada por los últimos maestros italianos como Rafael y Miguel Ángel, cuyas obras proporcionaron el impulso para su desarrollo. 
 
Así, el Juicio Final (1536-1541, Capilla Sixtina, Vaticano) de Miguel Ángel coincide con la obra de algunos pintores manieristas.
 
El manierismo constituye un estilo con personalidad propia. Su primera muestra se puede fechar alrededor de 1520, en Roma, de la mano de uno de los discípulos de Rafael llamado Giulio Romano.
 
Alrededor de 1580, el manierismo comenzó a dar un giro más realista. Ejemplos excelentes del estilo español se encuentran en la obra de El Greco en pintura y en El Escorial en arquitectura. 
 
La escultura manierista está representada por el artista italo-flamenco Juan de Bolonia, así como por el virtuoso Benvenuto Cellini (escultor y orfebre) con sus exuberantes creaciones.
 
Como ya hemos comentado más arriba, es en la época del manierismo cuando surgen las dos escuelas de imaginería andaluza; este primer momento dará paso al denominado periodo de realismo o primer momento del barroco.
 
Los orígenes de la palabra barroco no están claros. 
 
Podría derivar del portugués “barocco” o del castellano “barrueco”, término que designa a un tipo de perlas de forma irregular. 
 
La palabra es un epíteto acuñado con posterioridad y con connotaciones negativas, que no define el estilo al que hace referencia. 
 
De cualquier modo, a finales del siglo XVIII el término barroco pasó a formar parte del vocabulario de la crítica de arte como una etiqueta para definir el estilo artístico del siglo XVII, que muchos críticos rechazaron después como demasiado estrafalario y exótico para merecer un estudio serio.
 
Este primer momento del barroco o periodo realista, está presente en las dos escuelas de imaginería andaluzas y se extiende a los largo de la primera mitad del siglo XVII. 
 
En esta época no desaparecen del todo muchas fórmulas compositivas del manierismo, aunque es visible que fueron cediendo paso a las barrocas.
 
Este periodo realista es más ostensible en la Escuela Sevillana y en América. 
 
En la Granadina el naturalismo está siempre presente, sin llegar al grado de intenso realismo practicado por los artistas de los talleres sevillanos.
 
El pleno periodo barroco es preciso dividirlo en dos fases:
 
Primera fase: representa el dinamismo y las realizaciones hechas con monumentalidad y nobleza; es la época de los grandes maestros:
 
Escuela Sevillana:
Pedro Roldán (1624-1699)
Francisco Antonio Gijón (1653- h.1705)
 
Escuela Granadina:
Alonso Cano (1601-1667)
Pedro de Mena (1628-1688)
 
La duración de esta fase barroca de gran seriedad y gravedad, con notables ejecuciones artísticas, coincide con la segunda mitad del siglo XVII y termina con los primeros años del siglo XVIII.
 
Segunda fase: transcurre dentro del siglo XVIII y termina poco después de finalizado el segundo tercio de la centuria.
 
Es una época larga de menor calidad artística, de constantes preferencias por los efectos dinámicos de figuras estereotipadas y con notoria pérdida del realismo que imprimiera carácter a las esculturas andaluzas; es época de imágenes bellas, más bien bonitas, pero faltas de sencillez y naturalidad y sobre todo carentes de hondura en sus expresiones.
 
Hacia los años 1770-1780, se inicia un movimiento ilustrado que conduce al neoclásico, lo que supone artísticamente el fin del barroco, por lo menos desde una óptica oficial, pues a niveles populares, el barroco duró bastantes años, y, quizá, cabría preguntarse si aún persisten en algunos estamentos y estéticas de las hermandades y cofradías, en un ciclo de larga duración, o más bien; hay una imitación del estilo barroco realizado por artesanos de la gubia que no artistas, porque se limitan a copiar o interpretar la imaginería de los siglos XVII y XVIII.

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