En la procesión,
expresión cultual de carácter universal y de múltiples valores religiosos y
sociales, la relación entre Liturgia y piedad popular adquiere un particular
relieve.
La Iglesia, inspirándose
en los modelos bíblicos (comparar: Ex 14,8-31; 2 Sam 6,12-19; 1 Cor
15,25-16,3), ha establecido algunas procesiones litúrgicas, que presentan una
variada tipología:
Algunas evocan
acontecimientos salvíficos referidos al mismo Cristo; entre estas:
- La procesión del 2 de Febrero, conmemorativa de la presentación del Señor en el Templo (comparar: Lc 2,22-38).
- La del Domingo de Ramos, que evoca la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén (comparar: Mt 21,1-10; Mc 11,1-11; Lc 19,28-38; Jn 12,12-16).
- La de la Vigilia pascual, memoria litúrgica del "paso" de Cristo de las tinieblas del sepulcro a la gloria de la Resurrección, síntesis y superación de todos los éxodos del antiguo Israel y premisa de los "pasos" sacramentales que realiza el discípulo de Cristo, sobre todo en el rito bautismal y en la celebración de las exequias.
Otras son votivas
(ofrecidas por voto), como:
- La procesión eucarística en la solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor: el santísimo Sacramento pasando por la ciudad de los hombres suscita en los fieles expresiones de amor agradecido, exige de ellos fe-adoración y es fuente de bendición y de gracia (comparar: Hech 10,38).
- La procesión de las rogativas, cuya fecha la establece actualmente la Conferencia de Obispos de cada país, que son una súplica pública de la bendición de Dios sobre los campos y sobre el trabajo del hombre, y tienen también un carácter penitencial.
- La procesión al cementerio el 2 de Noviembre, Conmemoración de los fieles difuntos.
Otras son
necesarias para el desarrollo de algunas acciones litúrgicas, como:
- Las procesiones con ocasión de las estaciones cuaresmales, en las que la comunidad cultual se dirige desde el lugar establecido para la collecta a la iglesia de la statio.
- La procesión para recibir en la iglesia parroquial el crisma y los santos óleos, bendecidos el Jueves Santo en la Misa crismal.
- La procesión para la adoración de la Cruz en la celebración litúrgica del Viernes Santo. La procesión de las Vísperas bautismales en el día de Pascua, durante la cual "mientras se cantan los salmos se va a la fuente bautismal".
- Las "procesiones" que en la celebración de la Eucaristía acompañan algunos momentos, como la entrada del celebrante y los ministros, la proclamación del Evangelio, la presentación de ofrendas, la comunión del Cuerpo y Sangre del Señor.
- La procesión para llevar el Viático a los enfermos, en aquellos lugares en que todavía está en vigor la costumbre.
- El cortejo fúnebre, que acompaña el cuerpo del difunto de la casa a la Iglesia y de esta al cementerio.
- La procesión con ocasión del traslado de reliquias.
La piedad popular,
sobre todo a partir de la Edad Media, ha dado amplio espacio a las procesiones
votivas, que en la época barroca han alcanzado su apogeo: para honrar a los
Santos patronos de una ciudad o corporación se llevan procesionalmente las
reliquias, o una estatua o efigie, por las calles de la ciudad.
En sus formas
genuinas, las procesiones son manifestaciones de la fe del pueblo, que tienen
con frecuencia connotaciones culturales capaces de despertar el sentimiento
religioso de los fieles.
Pero desde el punto
de vista de la fe cristiana, las "procesiones votivas de los Santos",
como otros ejercicios de piedad, están expuestas a algunos riesgos y peligros:
- Que prevalezcan las devociones sobre los sacramentos, que quedan relegados a un segundo lugar, y de las manifestaciones exteriores sobre las disposiciones interiores.
- El considerar las procesiones como el momento culminante de la fiesta.
- Que se configure el cristianismo, a los ojos de los fieles que carecen de una instrucción adecuada, como una "religión de Santos".
- La degeneración de la misma procesión que, de testimonio de fe acaba convirtiéndose en mero espectáculo o en un acto folclórico.
Para que la
procesión conserve su carácter genuino de manifestación de fe, es necesario que
los fieles sean instruidos en su naturaleza, desde un punto de vista teológico,
litúrgico y antropológico.
Desde el punto de
vista teológico se deberá destacar que la procesión es:
- Un signo de la condición de la Iglesia, pueblo de Dios en camino que, con Cristo y detrás de Cristo, consciente de no tener en este mundo una morada permanente (comparar: Heb 13,14), marcha por los caminos de la ciudad terrena hacia la Jerusalén celestial.
- Es también signo del testimonio de fe que la comunidad cristiana debe dar de su Señor, en medio de la sociedad civil.
- Es signo, finalmente, de la tarea misionera de la Iglesia, que desde los comienzos, según el mandato del Señor (comparar: Mt 28,19-20), está en marcha para anunciar por las calles del mundo el Evangelio de la salvación.
Desde el punto de
vista litúrgico se deberán orientar las procesiones, incluso aquellas de
carácter más popular, hacia la celebración de la Liturgia:
- Presentando el recorrido de iglesia a iglesia como camino de la comunidad que vive en el mundo hacia la comunidad que habita en el cielo.
- Procurando que se desarrollen con presidencia eclesiástica, para evitar manifestaciones irrespetuosas o degeneradas.
- Estableciendo un momento inicial de oración, en el cual no falte la proclamación de la Palabra de Dios.
- Valorando el canto, preferiblemente de salmos y las aportaciones de instrumentos musicales.
- Sugiriendo llevar en las manos, durante el recorrido, cirios o lámparas encendidas.
- Disponiendo las estaciones, que, al alternarse con los momentos de marcha, dan la imagen del camino de la vida.
- Concluyendo la procesión con una oración doxológica a Dios, fuente de toda santidad, y con la bendición impartida por el Obispo, presbítero o diácono.
Finalmente, desde
un punto de vista antropológico se deberá poner de manifiesto el significado de
la procesión como "camino recorrido juntos":
- Participando en el mismo clima de oración, unidos en el canto, dirigidos a la única meta, los fieles se sienten solidarios unos con otros, determinados a concretar en el camino de la vida los compromisos cristianos madurados en el recorrido procesional.
También son sujeto
igualmente importante de la piedad popular las cofradías y otras asociaciones
piadosas de fieles.
Entre sus fines
institucionales, además del ejercicio de la caridad y del compromiso social,
está el fomento del culto cristiano:
- De la Trinidad.
- De Cristo y sus misterios.
- De la Virgen María.
- De los Ángeles, los Santos, los Beatos.
- El sufragio por las almas de los fieles difuntos.
Con frecuencia las
cofradías, además del calendario litúrgico, disponen de una especie de
calendario propio, en el cual están indicadas las fiestas particulares, los
oficios, las novenas, los septenarios, los triduos que se deben celebrar, los
días penitenciales que se deben guardar y los días en los que se realizan las
procesiones o las peregrinaciones, o en los que se deben hacer determinadas
obras de misericordia.
A veces tienen
devocionarios propios y signos distintivos particulares, como escapularios, medallas,
hábitos, cinturones e incluso lugares para el culto propio y cementerios.
La Iglesia reconoce
a las cofradías y les confiere personalidad jurídica, aprueba sus estatutos y
aprecia sus fines y sus actividades de culto.
Sin embargo les
pide que, evitando toda forma de contraposición y aislamiento, estén integradas
de manera adecuada en la vida parroquial y diocesana.
Así lo establece el
Estatuto Marco Diocesano de Hermandades y Cofradías:
La Hermandad es una
asociación pública de fieles con personalidad jurídica pública constituida en
la Diócesis de Córdoba, al amparo de lo establecido en el Código de Derecho
Canónico.
La Hermandad se
regirá por las normas del derecho canónico vigente, común y particular que les
sean aplicables y por las disposiciones de los presentes Estatutos, respetando
en su caso las competencias estatutarias de la Agrupación de Hermandades y Cofradías.
En el título II del
Estatuto Marco Diocesano de Hermandades y Cofradías se establecen las
Finalidades de la Hermandades y Cofradías:
1.- Cultuales.
2.- De evangelización.
3.- Atención espiritual al cofrade.
4.- Caritativos y sociales.
2.- De evangelización.
3.- Atención espiritual al cofrade.
4.- Caritativos y sociales.
Esta es una forma de
expresión muy andaluza de la Religiosidad Popular, de la Piedad Popular, desde
los tiempos del Concilio de Trento (1545-1563) hasta nuestros días.
Las Hermandades y
Cofradías tienen una gran responsabilidad ya que son las herederas de esta rica
tradición cultual, de toda esta tradición cultural, y no deben solamente reunirse
unos cuantos días antes para sacar el paso en Semana Santa, tienen mucho trabajo que hacer.
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